"Caca, pis, pito, gusano — decía, una y otra vez. Su hija no preguntó qué había pasado, corrió a darle un beso y después se sentó en un rincón repitiendo como un mantra su colección favorita de infantiles asquerosidades"

Caca, pis, pito, gusano
En momentos de gran estrés, los chicos se aferran a objetos o rituales que los tranquilizan. Anastasia en épocas más felices, tenía la costumbre perseguir a su padre repitiendo las malas palabras que su madre le prohibía decir, pero él, al menos cuando no había testigos, permitía.
Después de la última noche de gritos y golpes, su madre bajó a desayunar caminando con dificultad, con un ojo negro y el labio inferior partido. Su hija no preguntó qué había pasado, corrió a darle un beso y después se sentó en un rincón repitiendo como un mantra su colección favorita de infantiles asquerosidades:
—Caca, pis, pito, gusano. Caca, pis, pito, gusano. Caca, pis, pito, gusano —una y otra vez.
Nadie se animó a decirle que se callara. El cántico casi autista siguió durante horas.
Ágata se encerró en el baño a llorar y a pensar. ¿Habría recibido Carlos el mensaje? No sabía cuánto tiempo podría aguantar los maltratos sin hacer algo. Y Víctor estaba en una espiral de violencia que solo terminaría cuando la matara. Necesitaba que su marido volviera a ayudarla, pero se daba cuenta de que si lo hacía, lo más probable es que terminara muerto.
Estaba dispuesta a correr cualquier riesgo. Si tenían que morir los dos para que se salvara Anastasia, ella firmaba ahora mismo ante Escribano Público.
Respiró profundo una, dos, veinte veces hasta que se calmó. Salió del baño y continuó con su rutina.
Anastasia seguía con su cántico, que extrañamente la tranquilizaba—Caca, pis, pito, gusano. Caca, pis, pito, gusano. Caca, pis, pito, gusano .
Hasta que se produjera un milagro o una tragedia, ésta era su vida y debía soportarla.
Lee la primera parte de esta novela en:
Publicar un comentario